Ama Ata. “Si los jueces aplicaran el sentido común, Eliseo estaría absuelto. Porque no hay ningún hecho que pruebe que haya falsificado ningún grafito, como se reconoce en las sentencias, ni se sabe por qué o cómo habría hecho la supuesta falsificación. Sobre quién los habría falsificado, la jueza menciona posibles terceras personas, sin ni siquiera especular quiénes podrían haber sido. Y ni si quiera puede especular, porque en el informe de la Ertzaintza no se contempla tal posibilidad. Lo que se dice en dicho informe es que se descarta que pudieran estar involucradas personas ajenas a la excavación. Y tras investigaciones exhaustivas e interrogatorios a todos los que trabajaron en el yacimiento, las sospechas (sin pruebas, basadas en el “convencimiento”) recayeron únicamente en Eliseo Gil y Óscar Escribano. Y Escribano fue absuelto de falsificación: solo se le condenó por daños al patrimonio por rayar un fragmento de cerámica romana. Las únicas terceras personas que pudieron grabar los grafitos murieron hace más de 15 siglos y son los habitantes de la Veleia romana.
Para dictar una sentencia hace falta un relato creíble, algo que se pueda explicar para que todo el mundo pueda entenderlo, y tal relato no existe. Lo que hay es una imaginación desbordante, una historia increíble y un intento de justificar lo injustificable y de explicar lo inexplicable. Porque cuando no se puede explicar el móvil, hablar de ambición y de la complejidad de la condición humana no es serio en una sentencia judicial y es una falta de respeto a la inteligencia de cualquiera que lo lea. Lo que deberían de haber hecho los jueces es dejar constancia de lo obvio: no existe móvil ni pruebas de la autoría, y obrar en consecuencia.”