Son muchas las manos que hacen falta para cumplir el cometido que los reúne.
Desde que el gancho es introducido en la papada y queda visible y tenso el cuello, hasta que se desangra, pasan unos pocos minutos, que a mí se me hicieron eternos.
Todos desempeñaban su tarea y estaban muy bien organizados, he de reconocer que me quede impresionado del buen hacer de cada uno y la armonía que se respiraba y por ello me hicieron sentir uno más.

































